« – ¡Hola Juan! Tuve tu contacto gracias a una motoquera suiza que conocí en las redes sociales. Me gustaría comprar una moto en Santiago. Me dijeron que algo conocías de las motos chilenas, ¿Puedes ayudarme a buscar por favor? «
– ¡Si claro ! ¿Cuándo llegas? «
– Mañana, vengo del Sur.
– ¿Tienes un lugar donde quedarte?
– No.
– Eres bienvenida a venir a mi casa. »
Así es como comencé mi trámite para finalmente poder recorrer Sudamérica en moto, un proyecto que es muy importante para mí desde el comienzo de mi viaje. En los 3 meses que estuve en el continente, conocí a docenas de motoqueros, apasionados, en grupo, en pareja, solos, en familia en un scooter, en una cross que recorre 12km/litro, en una 150cc que puede pasar entre cualquier camión, viajando con su propia moto desde Europa o desde Australia, programando ver todo hacer todo visitar todo en moto, ir de un extremo al otro del continente (la famosa ruta Ushuaia-Alaska en moto), rodando contra vientos y mareas, locos de recorrer la Patagonia con la moto inclinada por el viento por cientos de kilómetros… ¡y lo pasan más que regio! A cada uno su estilo. Yo, me demoré 3 meses en encontrar el mío.
Alojada donde Juan en Santiago, he tomado una semana para escudriñar las ofertas de Yapo y probar todas las motocicletas que me gustaron. Las buenas ofertas eran pocas, pero terminé encontrando una Honda Falcon NX400 de 2007, la hermana menor sudamericana del Dominator. Lo peor es que no la haya encontrado en Yapo, sino que en Facebook… Ponerse de acuerdo sobre el precio, los documentos, la transferencia, la revisión técnica, etc., fue un verdadero suplicio. Pero cuando queremos que nuestros sueños se hagan realidad, debemos darnos los medios y recordarse que todo es posible.
¡Y qué verdadero sueño! Salí de Santiago con prisa para conducir en el campo, en carreteras sinuosas y desiertas, a través de las montañas para descubrir vistas impresionantes a cada cumbre. Para hacer esto, nada mejor que dirigirse hacia el mar. Llegué a Concón, cerca de Valparaíso: la vista al mar, la tranquilidad de las olas, los pelícanos berreando, el rocío invadiendo la costa, me hicieron consciente de la hazaña realizada.
Emocionada y eufórica a la vez, fui a celebrar este nuevo inicio en Valparaíso con Hanz, mi amigo Couchsurfer que me aloja en este momento. ¡Como era el día de San Patricio, tomé una buena cerveza “Becker”… eso porque no pude encontrar ninguna buena cerveza “Biker”! (Demos a César lo que le pertenece: este juego de palabras no es mío.) Y hoy, dedico todo mi tiempo al descubrimiento de Valparaíso (o Valpo para los íntimos), una ciudad colorida donde el arte de todos tiene derecho a expresarse. Esta ciudad está cubierta de pinturas coloridas, ricas en emociones, compartidas con todos, y eso gratis. El toque artístico ha invadido todas las paredes, todas las puertas de las calles, las escaleras, el piso, las fuentes y los techos. Para sus habitantes, que tienen un estilo bohemio, amar a Valpo es colorearla.
“El que está perdido en su pasión ha perdido menos que el que pierde su pasión.” (Agustín de Hippo) Este leitmotiv me ha seguido desde que puse un pie en Sudamérica. Finalmente, todo llega a aquellos que saben… entender y adaptarse al contexto en el que lanzan su proyecto. ¡Ahora solo falta disfrutar! Y rodar 🙂
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