Hay ciudades así… vacías de encanto y llenas de dinero. Santiago es una de ellas. No encanta a sus visitantes, pero por lo menos da trabajo a sus habitantes. ¡Y lo hace bien! La actividad económica es el centro de interés de la ciudad. Aquí, todo parece negocio, business, edificio, 30 pisos, traje y corbata, vestido formal, dinero, confidencialidad, serio, prohibido. Prohibido de sacar fotos, por ejemplo. Sí, lo confieso: ¡la foto del artículo es una foto robada, prohibida! En la calle de un pequeño barrio de negocios, un guardia me llama: “Señorita, está prohibido sacar fotos aquí.” “¿Por qué?” “Porque es propiedad del gobierno.” “???” No supe cómo contestar tan la respuesta me pareció absurda. “Pero puedes fotografiar el Palacio de Moneda, si quieres”. ¡Genial! Puedo tomar una foto de un edificio que este a 100 metros de distancia…
Sobre todo, es uno de los pocos edificios de la ciudad construido con piedras blancas. El 90%* de Santiago son edificios (*fuente: estimación hecha a primera vista). Vista desde mi ventana: edificios. Paseo por la ciudad: edificios. Vista desde la cima de una colina: edificios. Bueno, en este caso, ¡miremos a estos edificios! Cada uno tiene su propio estilo de acuerdo con las pequeñas locuras de los arquitectos, sus colores declinan todos los tonos de gris. Cuando uno entra en uno de estos edificios, se da cuenta de que no solo hay oficinas o sedes corporativas, sino que también departamentos. Los santiaguinos han adoptado el “estilo building”: trabajan allí y duermen allí. Y luego, hablando con la gente, uno se da cuenta de que estos edificios llenos de departamentos se transforman en “hoteles AirBnB”… ¡Negocio-negocio!
Quién dice negocios, dice contaminación. La montaña de la Cordillera de los Andes, que se encuentra muy cerca de la ciudad, está escondida detrás de una niebla de contaminación permanente. Traté de verla escalando una pequeña colina en la ciudad, y finalmente tomé una foto, donde me salió una nube de contaminación. Mike me estaba sacando la foto. ¡Y sí, Mike, otra vez! Es el amigo que conocí en Buenos Aires y con quien visité el Museo de Arte Latinoamericano, que vi de nuevo en Puerto Madryn (Argentina) para buscar pingüinos y orcas, y luego en Puerto Varas (Chile) para comer un menú vegetariano, ¡y otra vez en Santiago para visitar un museo de arte! Cuando uno viaja, es como si se quedara en su casa y fuera a ver a sus amigos en el centro de la ciudad… excepto que cada vez, ocurre en un país distinto ☺ La vida del viajero…
No seamos tan mala onda… En Santiago, también hay lindos palacios del siglo XVIII por descubrir, todos ubicados en la calle « Dieciocho » para recordar fácilmente la época de la construcción de las casas. Visité una, el Palacio Cousiño: magnífico y majestuoso con un gran patio en el centro, columnas romanas en la entrada, pinturas clásicas, ventanas doradas, escaleras de mármol y candelabros de 13,000 cristales entronizados en el centro del edificio. Pero… ¡prohibido tomar fotos!
En Santiago, también se siente la alegría sudamericana y su arte de la danza. Bellavista es el barrio que se mueve. Todas las discos, los restaurantes, clubes, bares y otros establecimientos de regocijo están ahí. El baile, como mayor actividad cultural, se aprende desde niño en la escuela y se practica hasta los 90 años. Un domingo a la medianoche, pasé por una sala iluminada, frente a la cual había un letrero que decía « Club de Tango. 3ra Edad ». ¡Bacán (como dicen ellos)! Vamos a ver qué pasa por ahí. Mi entrada en la sala fue remarcable. Todos dejaron de comer, de hablar, de respirar y nos observaron, a mí y a mi amigo Juan. Los ovnis del planeta Juventud habían cruzado la zona de ocupación. Sin esperar, el DJ lanzó una cumbia. Queríamos bailar… ¡A bailar entonces! Unos pasos de baile para convencerlos y las treinta parejas se levantaron al mismo tiempo para acompañarnos en la pista. ¡La euforia estaba en su máximo! Todos se precipitan para bailar con nosotros. Los ojos de todos detallaban cada uno de mis movimientos y de mis pasos. Los cumplimientos fueron abundantes. Y, de repente, la directora del club me tomó el brazo y nos echó, porque no habíamos pagado la entrada… ¡Negocio-negocio!
Aunque mi viaje a Sudamérica haya comenzado hace 3 meses, el choque cultural aún me cautiva. Santiago, esta ciudad donde todos hacen de las suyas, ocupan sus días para establecer y tener éxito en los negocios, huele a trabajo y a profesionalidad. Y poco a poco, voy adoptando el arte de vivir sudamericano, podría ser que yo también haga mi propio negocio…
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